Queridísimas lectoras:
¿Cómo estáis? Nosotras soñando cosas muy extrañas. Suponemos que la ansiedad de la realidad se traslada también al plano onírico. Aun así, estamos muy contentas después de la primera sesión del Club de Lectura Annie Ernaux , que celebramos hace un par de días con nuestra querida Marta. La experiencia de compartir ideas y sensaciones acerca del libro en un ambiente cómodo y distendido (hubo zumitos y patatas) fue genial. Gracias desde aquí a las asistentes y a Santiago y Benito, los amigos de la librería Sin Tarima (os avisamos en cuanto sepamos fecha del próximo).
Tenemos que admitir que incluso cuando organizas algo que te apetece mucho, lo preparas y estás rodeada de personas a las que quieres, te sientes un poco frágil. Para nosotras, esa fragilidad tiene que ver con hablar delante de gente (un verdadero trauma) y también con la inseguridad que produce dudar de si aquello que has preparado es interesante y correcto. También nos sentimos frágiles cada domingo a las diez: sale una carta que muchas personas leen. Incluso más cuando cambiamos el formato escrito por el audio. Lo mismo pasa cuando, sin querer, buscamos entre los viajeros de un tren a esa persona que desapareció de nuestra vida hace ya tiempo. O en el momento en que confiamos a alguien nuestro miedo más profundo y le brindamos la posibilidad de asomarse a nuestra intimidad, a nuestras entrañas, a esas zonas oscuras, salvajes e intransitables para la mayoría de la gente. También nos sentimos frágiles cuando suceden cosas en el mundo que nos hieren, incluso si el dolor y el sufrimiento son tan lejanos que no alcanzamos a respirarlos desde aquí. De eso queremos hablaros hoy: de la fragilidad. La definición de «fragilidad» hace referencia a la posibilidad de romperse fácilmente. Ese romperse del vidrio o de la cerámica, ¿no está también en nosotras?
Hace poco Inés asistió a un encuentro en el que le pidieron que escribiese su nombre y una palabra que la definiera en una pegatina. Eligió «sensible». A su alrededor había muchos «dicharachera», «divertido» y «creativa», pero ella optó por ser una intensa y que la gente la mirase raro.
Quizás esta decisión tuvo que ver con el hecho de estar en un lugar nuevo, desconocido. O con la sensación de fragilidad y con saber que esta nos atraviesa y no pasa nada. Quizás las personas deberíamos llevar una pegatina donde ponga «frágil» como la que aparece en las cajas utilizadas para transportar obras de arte. ¿Es bueno y deseable asumir la propia fragilidad, la vulnerabilidad reconocida? ¿Hay fragilidades internas conectadas con el mundo exterior? ¿De qué manera? Queríamos abordar estos temas y muchos otros que conectan entre sí en una nueva serie de cartas. Hoy vamos a empezar distinguiendo dos tipos de fragilidad: la interior y la exterior y a proponer un itinerario para pensar cómo están relacionadas. ¡Vamos allá!
Fragilidad interior
Remedios Zafra (la pensadora más linda de España) habla en La (im)posibilidad de un mundo sin párpados. Ensayo sobre la intimidad conectada acerca de lo íntimo. Así, relaciona la intimidad con ese derecho a experimentar la vida dentro. Dice:
«Así, mi intimidad es, pero no solo, lo que ocurre cuando cierro las puertas, algunas puertas, muchas de mis conversaciones privadas, mis pastillas, mis informes médicos, mis archivos guardados, mi pasado no compartido, mi sexo, mis búsquedas en Google, mis facturas y llamadas, mi báscula, mi vulnerabilidad, mis envidias y deseos, lo que amo, pero también lo que pienso bajo la influencia de mi cultura y mi tiempo, mi subjetividad, lo que no sé expresar con palabras, mis miedos, mi concentración para enfrentarme y posicionarme junto a otros en el mundo».
Normalmente distinguimos entre vida pública (abierta a los demás), vida privada (abierta a las personas con las que vivimos) y vida íntima (la que es solo nuestra). Este «nuestra» hace que en el terreno de la intimidad no haya normas. Este plano nos pertenece completamente, ahí no hay que dar explicaciones a nadie de nuestros pensamientos y emociones. Es evidente que solemos relacionar lo íntimo con el espacio de la casa, con el resguardo, la ausencia de peligro y el cobijo; pero Zafra matiza esto: la casa no es necesariamente el lugar de lo íntimo. Podemos compartir espacio vital con alguien con quien no compartimos intimidad. Sobre todo ahora que se ha puesto tan «de moda» el puñetero co-living.
Pensando a través de estos espacios, podríamos decir que la vida privada se desarrolla en la casa, mientras que la íntima aparece en nuestro cuarto propio. Concretamente, según Zafra, en nuestros «cuartos propios conectados». Esta idea vertebra todos sus libros, pero se desarrolla concretamente en Un cuarto propio conectado. La tesis fundamental es que desde estos cuartos propios, lugares para la protección y la intimidad, ahora podemos acceder al mundo y a los otros. Zafra dice: «Es el cuarto propio conectado ese lugar para el silencio donde ahora resuenan muchas voces reguladas, voces que no solamente podemos gestionar para que se pronuncien una detrás de otra, sino a las que podemos sumarnos produciendo nuestra voz pública en la Red». Se rompe la idea tradicional de que allí, en nuestro lugar propio, nadie puede vernos, oírnos o sentirnos. Además, se rompe también con los límites de dicho cuarto, que son ahora líquidos y cambiantes: los muros de tu habitación, construidos con cemento y ladrillos, no impiden la entrada y confluencia con el mundo. Esta habitación es un cuarto propio, el lugar donde duermes, trabajas, te reúnes, estudias, hablas, lloras y amas: «trabajo y descanso, vidas públicas y vidas privadas fluyen en el cuarto propio conectado con la única frontera que los horarios y la voluntad de cada cual se autoimponga, renegociando actividades y usos con aquellos que compartimos vida y hogar».
Así, el espacio material se transforma no solo física sino también simbólicamente y el lugar donde creemos que nadie nos ve en realidad está iluminado por focos que apuntan a nuestra intimidad. Esto nos cuenta Zafra en su último libro (Frágiles), donde reflexiona acerca de la luz y de la intimidad. Es interesante que este libro está compuesto por diversas cartas que Zafra escribe a una mujer que denomina «damnificada». Esta mujer le recriminó haber descrito una forma de vida-trabajo en la que ella se sentía reflejada, pero sin proponer ninguna solución. Le reclamaba a Zafra esperanza, alternativas. Como decíamos, una de estas cartas está dedicada a la luz y la oscuridad. Dice Zafra: «La luz tiene fama de alentadora, pero ¿no ha advertido cómo las cosas que importan suelen protegerse y necesitan de oscuridad?». Está hablando de ese foco que fomenta la pérdida de intimidad provocada por la desaparición de esos espacios oscuros, agujeros negros y sombras.
Lo mismo hace Tanizaki en su famoso Elogio de la sombra, donde contrapone la arquitectura, arte y estética japonesas frente a las occidentales, alegando que en la cultura japonesa se utilizan la sombra y la oscuridad para crear verdaderos espacios de intimidad: «Eso que generalmente se llama bello no es más que una sublimación de las realidades de la vida, y así fue como nuestros antepasados, obligados a residir, lo quisieran o no, en viviendas oscuras, descubrieron un día lo bello en el seno de la sombra y no tardaron en utilizar la sombra para obtener efectos estéticos». Tanizaki habla de la oscuridad «palpable» y necesaria, de encontrarla en los rincones de nuestras casas; Zafra habla de una oscuridad metafórica que alude a nuestro deseo de habitar lugares silenciosos y de la dificultad de conseguir verdadera intimidad en el mundo actual. Tanizaki: «Al contemplar las tinieblas ocultas tras la viga superior, […] experimentamos el sentimiento de que el aire en esos lugares encierra una espesura de silencio, que en esa oscuridad reina una serenidad eternamente inalterable».
Entonces, aunque estemos aparentemente solas, en nuestros cuartos propios conectados hay ojos observándonos. Da igual que corramos las cortinas para que nadie se asome desde fuera porque nuestra mayor ventana es la pantalla. Una de las cosas que hacemos cada día en esa ventana es verter información propia de nuestra intimidad:
«Pasa entonces que los paseos y búsquedas obsesivos online hablan de nuestro deseo, de nuestra preocupación por cambiar de trabajo, por encontrar a un viejo amigo, por compartir nuestro temor ante la enfermedad de alguien que queremos... Pinceladas que por sí solas pueden no tener más valor que morbo, pero que sumadas hablan de nuestras subjetividades».
Zafra habla del poder de la máquina de conocer y controlar muchas intimidades aisladas que son utilizadas, mercantilizadas y expuestas de distintas maneras. Incluso aunque utilicemos máscaras o construyamos personajes de nosotras mismas en nuestras redes sociales, sin duda dejamos pistas sobre lo que somos. ¿Somos conscientes de la necesidad de ser vistos, de la hipervisibilización que se da en la red? ¿Qué consecuencias tiene que exista un mercado en el que, en palabras de Zafra, «se exponen, venden y consumen intimidades»?
Sin duda, todo esto nos hace frágiles en muchos sentidos. Ponemos algunos ejemplos a través de las ideas de Zafra:
«Compartir esta esfera público-privada no conlleva expresar al otro lo que real e íntimamente se piensa» = Las redes sociales son una ficción, por mucho que las agencias de representantes de influencers nos quieran convencer de lo contrario. ¿No nos hace frágiles esa necesidad de fingir permanente que obliga a replegar nuestra intimidad? Hasta es posible que habitemos el personaje que hemos inventado. Vivimos en nuestro propio fingimiento.
«Últimamente me emociona todo horizonte pausado» = Estar sometidas a la inmediatez y rapidez y al hecho de no poder pensar despacio nos hace frágiles. Tenemos que gestionar la imposibilidad de fijar nuestros propios tiempos, de elaborar proyectos lentos, la imposibilidad de habitar un silencio pausado.
«¿No le parece entonces que lo que aquí acontece es ante todo una reconfiguración del mundo de las sombras? ¿Dónde están? Porque juraría que las necesitamos» = El hecho de que nuestra intimidad esté iluminada nos hace frágiles, pero también la necesidad de que todo esté claro, clasificado, a la vista. En este sentido, Zafra habla de la obsesiva recolección de datos, de la cuantificación permanente. Volvemos a la pregunta ya planteada: ¿dónde quedan las zonas oscuras, los vacíos y la incertidumbre? ¿Dónde queda nuestra intimidad?
Volviendo a la fragilidad propia del cristal, ¿no son los espacios que habitamos también de cristal? Para pensarlo recurrimos a la denominada «arquitectura de cristal», cuyo principal representante es Philip Johnson, con Glass House (Casa de vidrio).
Una de las cuestiones que le interesaban al arquitecto era la sensación de ligereza y simplicidad. Justamente lo contrario a la profundidad que implica el pensar despacio. Lo superficial frente a lo profundo, la luz frente a las sombras. Entonces, ¿importa ya que alguien se asome a nuestras ventanas cuando olvidamos correr la cortina? ¿Vivimos en habitaciones de cristal? A Tanizaki le daría un jari si tuviera que vivir en esta casa y a nosotras nos parece el escenario perfecto para una película de terror.
Hablando de lo interior, tenemos que mencionar a Clara Peeters, la primera mujer en tener una exposición individual de sus cuadros en el Museo del Prado (en 2016… espabilad). A Peeters se la considera una de las inventoras del bodegón. La mujer pintora en el siglo XVII tenía que limitar su creación artística al plano del hogar, a la casa, a lo privado (o lo íntimo). Esto implica pintar un montón de objetos frágiles: cerámica, vajilla, jarras.
Pero Peeters no quería desaparecer completamente de sus cuadros y para luchar contra esa relegación de la mujer al plano privado, se pintaba a sí misma en los bodegones. ¿Dónde? Sale siete veces en el cuadro, cuatro en la copa dorada y tres en la jarra de peltre. Si queréis saber más sobre el cuadro, pinchad aquí.
Fragilidad exterior
Las fragilidades no solo se dan en el plano íntimo, por supuesto. El mundo entero es un lugar vulnerable y somos habitantes de ese mundo, aunque a veces se nos olvide. Paradójicamente, esos cuartos propios conectados pueden llevar al individualismo más que a la conexión real con otras personas. No siempre, por supuesto, no somos unas carcas.
En las formas de fragilidad interior hablábamos de la predominancia de la luz y el rechazo de las sombras. ¿No sucede también esto en el mundo? ¿No nos empeñamos en predecir, analizar y controlar todo lo que sucede? Para pensar en estas cuestiones son interesantes las ideas recogidas en El cisne negro, de Nassim Taleb. La idea principal de este libro es defender que existen «cisnes negros», sucesos que tienen tres características fundamentales:
1. Rareza: más allá de las expectativas o de lo sucedido en el pasado.
2. Producción de un gran impacto.
3. Intento por parte de los seres humanos de dar una explicación a lo que ha sucedido para hacerlo predecible y explicable (olvidando su condición de rareza y unicidad).
En el Viejo Mundo se creía que todos los cisnes eran blancos. La aparición de un cisne negro evidencia la fragilidad de nuestro conocimiento, obtenido a través de la experiencia y la observación. Ejemplos de Cisnes Negros son: tendencias artísticas, epidemias o guerras. Según Taleb, estos sucesos inesperados e impredecibles son los que marcan nuestra existencia y el devenir del mundo: «Es fácil darse cuenta de que la vida es el efecto acumulativo de un puñado de impactos importantes. Casi ningún descubrimiento, ninguna tecnología destacable surgieron del diseño y la planificación: no fueron más que Cisnes Negros». De esta manera, Internet podría considerarse un cisne negro. De hecho, la manera en que Zafra relata su aparición se parece bastante a la definición del cisne negro:
«No hay una imagen épica que simbolice el cambio al que aludo. Se trata de un cambio sin rugidos de banca, sin guerras por petróleo ni muertes físicas. Les hablo de una transformación subliminal y paralela a los cambios épicos, inadvertida, como la erosión del tintineo de una gota sobre la piedra, como la acción de los universos simbólicos sobre los cuerpos (lenta pero crucial). Me refiero al cambio en las formas de relacionarnos a través de las pantallas y la conformación de una sociedad-Red, como efecto: un nuevo marco de referencias simbólicas e imaginarias para construir modelos identitarios a poder ser en la vida».
La aparición de Internet se trató de una especie de «zarandeo planetario», fórmula que utiliza para definir también la pandemia. Estos hechos, según Taleb, evidencian lo que denomina GFI (gran fraude intelectual), impulsado por la obsesiva intención de domesticar lo incierto. Esta domesticación, como decíamos, necesita de la ordenación y categorización del mundo que Taleb denomina «platonicidad»: «lo que nos hace pensar que entendemos más de lo que en realidad entendemos».
Más allá de los posibles cisnes negros que puedan aparecer en nuestra vida (la aparición de una oferta de trabajo, un traslado inesperado, enamorarse, etc.), en el mundo en que vivimos (entendido como el afuera) domina lo extremo, lo desconocido, lo improbable y lo inesperado. Y esto, sin duda, nos hace frágiles. Para combatir esta fragilidad, caemos en trampas como la ilusión de comprender o la distorsión retrospectiva. Esta ceguera conlleva distintos problemas señalados por Taleb, pero, sobre todo, hacen que finjamos que los Cisnes Negros no existen. Pero sin duda existen y en el momento presente que estamos viviendo queda demostrado. Hemos vivido una pandemia, la erupción de un volcán y una guerra, sucesos que no esperábamos y que han transformado el mundo que conocíamos. Todo esto sin duda nos hace frágiles, tanto interior como exteriormente. Sin embargo, no creemos que la fragilidad sea intrínsecamente mala, como tampoco todos los cisnes negros tienen que ser negativos. El hecho de que nos resulte complejo atrapar la diversidad, grandeza, variabilidad y riqueza del mundo es completamente normal.
Uno de nuestros relatos favoritos de Borges es El idioma analítico de John Wilkins. En él se narra el intento de crear un idioma universal que atrape todos los pensamientos humanos. Sin embargo, Borges cita a Chesterton para ilustrar la dificultad que implica intentar «penetrar el esquema divino del universo»:
«El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y chillidos. Cree que del interior de una bolsita salen realmente ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas la agonías del anhelo».
Así, parece que hay diversas maneras de entender e interpretar la realidad, muchos posibles canales en los que transportar el flujo del pensamiento y múltiples voces que pueden entonar la vorágine de sonidos del mundo. Esto puede hacernos sentir frágiles, pero sería una farsa colectiva pensar que la luz nos salva de dicha fragilidad. Tanto en el interior como en el exterior es natural y necesaria la oscuridad y los pasajes oscuros. Taleb ofrece dos lugares distintos en los que podemos vivir:
1. Extremistán: provincia generadora de Cisnes Negros donde el conocimiento crece despacio. Reinan lo singular, lo imprevisto y lo accidental.
2. Mediocristán: provincia donde nunca pasa nada. Hay plena confianza en los datos y en la medida: no es posible el Cisne Negro porque reinan la rutina, la predicción y la obviedad.
¿Dónde preferís habitar? ¿En un cuarto propio conectado donde tu intimidad es minuciosamente observada, controlada y medida o en el mundo inclasificable donde las cosas nos sorprenden? ¿En el mundo de la apariencia y la rapidez o en el de la profundidad y la lentitud? Quizás la fragilidad es algo necesario y deseable, siempre que seamos dueños de ella. Mientras decidamos cuándo nos rompemos y por qué: cuando pongamos límites y marcos a nuestra intimidad. Es decir, mientras podamos vivir y habitar un espacio y tiempo propios.
¿Por qué no reconquistamos nuestro espacio y reivindicamos nuestras sombras? Si asumimos que somos frágiles quizás nos demos cuenta de que necesitamos al otro que abraza. Frente a la individualización propia del cuarto propio conectado, Zafra presta atención a la responsabilidad colectiva. Acabamos con ella:
«Frente a la ambición inagotable de los nuevos capitalismos por “predecir” y condicionar el curso de nuestras vidas, hoy más que nunca lo que cabría proteger sería esta autonomía, la intimidad que la acoge, la libertad de acción para salir y entrar, los vacíos necesarios para vidas más emancipadas».
El otro día Inés le dijo a Paula: «Punzadas es un Cisne Negro para nosotras». Es verdad, y esperamos poder seguir acompañándoos muchos domingos más. Por ahora, y hasta la semana que viene, os dejamos unas canciones:
Y aquí seguimos con las mismas ganas de soñar / Plantando flores sobre hierba artificial / Pariendo clones, suplicando amor / Paseando al perro del balcón al salón
Os dejamos también Welcome to the Internet, del genio Bo Burnham. Si por algún milagro temporal no habéis visto su especial Inside (Netflix) os lo recomendamos mucho después de leer esta carta. Son las tesis de Remedios Zafra pero en comedia americana incisiva y mordaz, una crítica de una sociedad obsesionada con sus pantallas. Esta canción en concreto, uno de los temazos del documental, habla de qué narices es internet en realidad. Según Burnham, que sabe de lo que habla al haber sido la primera persona en hacerse viral, internet es una experiencia aterradora, y así lo escenifica en el vídeo de la canción. Algunos versos:
Welcome to the internet / What would you prefer? / Would you like to fight for civil rights or tweet a racial slur? = Bienvenido a internet / ¿Qué prefiere? / ¿Luchar por los derechos civiles o poner un tuit racista?
Welcome to the internet / Put your cares aside / Here's a tip for straining pasta / Here's a nine-year-old who died = Bienvenido a internet / Olvídese de sus preocupaciones / Aquí un consejo para colar la pasta / Aquí un niño de nueve años muerto
Y el estribillo, que lo dice todo:
Could I interest you in everything? / All of the time? / A little bit of everything / All of the time / Apathy's a tragedy / And boredom is a crime = ¿Podría interesarle en todo, todo el tiempo? / Un poco de todo, todo el tiempo / La apatía es una tragedia y el aburrimiento un crimen
Adelante,
Inés & Paula
Hoy, después de varios meses escuchandoos como un lugar seguro e íntimo en mis días de trabajo en soledad he decidido escucharos y leeros en casa. Intento compartir esto con las mismas personas con las que comparten sus cuartos conmigo y aún no me ha contestado nadie, parece k no me hacen caso...pero ellas se lo pierden! Gracias por estos textos y sobretodo vuestros podcast que me hacen punctum, y tan hondo que generan anclajes, seguid así porfa :)