Queridísimas lectoras:
Hoy venimos con una cuestión que nos genera dudas casi a diario. Vamos a proponeros una breve reflexión en torno a la idea de los cuidados en relaciones casuales y si tenéis alguna idea más lúcida que las nuestras, por favor, contadnos:
A todas nos ha pasado lo de toparnos con un chaval que piensa que te va a romper el corazón. Tú llegas tan tranquila con la idea de conocer a alguien y de repente descubres que esa persona piensa que vas a putopillarte e incluso enamorarte, que te quieres casar con él y que ya estás mirando pisos en alguna urbanización con piscina y pádel en un barrio dormitorio.
Coral Herrera, en su libro Mujeres que ya no sufren por amor, dice: “No te enamores de mí es una frase cargada de información. Contiene indicaciones, consejos, advertencias, amenazas y se entona con un pelín de soberbia y un poquito de victimismo. Cuando dicen eso ya sabes que te están dando a entender que los pobres lo pasaron muy mal en algún momento de su vida, y en un arrebato de generosidad, te cuentan, por ejemplo, que sufrieron mucho con la traición de una novia a la que amaban con toda su alma y que se marchó con su mejor amigo allá por los años noventa del pasado siglo, pero no han podido superarlo. Desde entonces no confían en el amor ni en las mujeres, y, con tono paternalista, dicen que prefieren ser sinceros para evitar malentendidos y para que no nos hagamos ilusiones.”
Empezamos fuertecillas, pero es que estamos enfadadas (aunque en nuestras anteriores cartas también). Desde hace unos meses venimos recopilando frases que hemos oído en boca de chicos-hombres (¿cómo llamarles?) ya sea directamente o a través de nuestras amigas. Con estos ejemplos no queremos decir que el compromiso esté intrínsecamente mal, si no que se presuponga que las mujeres siempre buscamos una relación estable seria monógama y que no podemos desear otras formas de relación. Os dejamos un puñado de escenas (ficticias, pero no mucho):
Álex y Patricia
Álex: chico supuestamente sensible con tatuajes de línea fina. Le gusta Leiva y fingir que toca la guitarra en Instagram. Una tarde, en su tercera cita con Patricia mientras pasean por el Templo de Debod al atardecer, Álex le dice que no pueden verse más porque “eres demasiado buena para mí”.
Patricia se queda perpleja, paralizada. No le da tiempo a reaccionar. Álex le da un abrazo intenso y se marcha por donde ha venido con sus converse desgastadas. Después, sentada en el tren volviendo a casa, Patricia piensa: “¿Qué coño significa eso? ¿Es un premio de consolación?”
Hugo y Teresa
Hugo: estudiante de literatura comparada. Solo lee a los clásicos. Ha tenido una vida difícil y se siente incomprendido. Lleva boina y está escribiendo su cuarta novela. Queda con Teresa a tomar un vino blanco en un garito de Malasaña. Se gustan, todo va bien. Al final de la noche, en un arrebato de honestidad, suelta:
“Tía, me gustas, pero me preocupa que nos liemos y duermas en mi casa porque mañana al despertar querrás algo que no podré darte. No busco nada serio y no quiero hacerte daño”. Teresa, con las mejillas rojas y los ojos muy abiertos contesta: “¿Y si quiero comerte la boca y no verte nunca más? ¿Por qué ibas a hacerme daño?”
Raúl y Alejandra
Raúl: chico guapete, estudiante de ingeniería. Juega en el equipo de fútbol de su barrio y tiene una vida bastante aburrida.
Una noche, coincide con Alejandra en un pub. Se han liado varias veces, así que ella le saluda con cariño. Raúl, que sabe que sus amigos están mirando, rechaza la muestra de afecto y le pide que salgan fuera. En la puerta, tras encenderse un cigarro y colocarse el pelo, le dice a Alejandra: “Creo que no queremos lo mismo”.
Acto seguido tira el cigarrillo y empuja la puerta para volver a entrar al local.
Alejandra, bastante perpleja, se pregunta: “¿Sabe lo que quiero o está dando por hecho que quiero casarme con él?”
Todas estas frases, que parecen sacadas de una web donde te explican cinco pasos para romper con alguien, están vacías de contenido. No dicen nada, no contienen una explicación real de lo que la persona siente. Es injusto porque las personas que reciben estas “explicaciones” intentan dotarlas de sentido para entender qué ha pasado. Para ello, muchas veces se menosprecian (no soy guapa, ni simpática, ni lista… o no lo suficiente) o culpan (habré hecho algo mal…) buscando una respuesta plausible. Nos chirría que muchas veces, ellos tengan la autoestima suficiente para pensar que una chica quiere su 100% y, sin embargo, que una chica por experiencias como las que contamos arriba, piense: no merezco el 100% de nadie. Es una especie de presunción de fragilidad paternalista. Somos conscientes de que la línea que hay que caminar a la hora de cuidar a alguien es fina y está llena de matices. ¿Quiere decir esto que no hay que preocuparse por si hacemos daño a la gente? No, claro. Simplemente hay que aprende a preocuparse mejor. Igual que podemos querer mucho a alguien y aun así hacerle daño porque no sabemos poner límites sanos a nuestro afecto, debemos ser conscientes de dos cosas en principio contradictorias: la persona que tengo delante es susceptible de daño / la persona que tengo delante es capaz de gestionar las emociones negativas. Buena suerte.

La farsa colectiva de hoy: que las mujeres somos frágiles, que buscamos siempre un novio ideal que nos cuide, proteja y adore.
Y una canción de la lindísima Marta Movidas, con un titulazo que nos encanta:
Adelante,
Inés & Paula