Queridísimas lectoras:
Esperamos que estéis bien, esquivando el covid lo mejor posible y contando los días para que termine enero, este mes raro y desazonador. Estas últimas semanas nos hemos visto envueltas en un enjambre de positivos cercanos, contactos estrechos, tests de antígenos y mucha angustia. Ahora, inevitablemente, el puto bicho se cuela en todas las conversaciones, aunque no venga a cuento. Pero no solo intercambiamos recetas para combatir síntomas covídicos (la RAE ya ha aceptado esta palabra, ¿no?), sino que tenemos que lidiar también con aquellos que niegan que el covid es real; o con aquellos que dicen: yo no me contagio. Porque sí chicas, los negacionistas existen y viven entre nosotras, no solo hablamos de Miguel Bosé y de Djokovic, hablamos de tu novio, tu prima, y Paqui la de la panadería. Pero tranquilas, no vamos a dar la chapa con los anti-vacunas, que para eso ya tenéis los periódicos y las tertulias radiofónicas. Vamos a dar la chapa con los cuñaos y con la humildad.
Hoy venimos a hablaros de esta incomodidad con la que llevamos lidiando desde hace tiempo y que en estos últimos años parece haberse intensificado: la incomodidad producida por el sabelotodo, por esos hombres (síiiiiiiiiii, suelen serlo) que parecen tan seguros de sí mismos que rebaten a médicos, epidemiólogos, juristas y fontaneros, todo en la misma frase. No vivimos únicamente en la presión constante por tener una opinión sobre todos los temas de actualidad, que son muchos y cambian cada día; también estamos inscritas en unas dinámicas en las que parece que todo el mundo tiene opiniones claras sobre todo. Íbamos a escribir «formadas», pero hemos recogido cable. No son opiniones formadas, son fuertes, pesadas, a veces violentas. Tampoco nos referimos solo a opiniones políticas, hablamos también de posiciones morales o emocionales, esas que al pronunciarse pueden herir sensibilidades, no tanto por lo que afirman, sino por cómo lo hacen.
Y no hablamos solo de la puñetera pandemia. Ejemplo: nos reunimos con nuestro grupo de amigas y sale el tema del novio de Clara, otra amiga. El novio de Clara es un gilipollas y todas lo sabemos, pero nuestra amiga está enamorada hasta las trancas y no hay nada que hacer. Aun así, como parte de su red de apoyo, tenemos que decir algo, ¿no? Pero, ¿cómo? ¿Diciendo siempre la verdad?
Recordamos charlas incómodas en las que alguien está contando algo y, sin pretender comprender a esa persona primero, cada uno intenta imponer su perspectiva. ¿No se os viene a la cabeza esa persona que parece ser una santa kantiana porque es la voz del bien y de la verdad? (Si no se te viene nadie a la cabeza igual la santa kantiana eres tú, amiga). Nosotras sentimos que, lejos de ser fácil, acompañar a una amiga es muchas veces muy complejo. Es necesario escuchar, por supuesto, pero hay muchas maneras de escuchar. Tu amiga y tú no sois la misma persona y, aunque Clara o Pepita compartan contigo su experiencia, tú nunca vas a poder entrar del todo en esas vivencias que te relatan. Incluso aunque sientas empatía, siempre hay un espacio que te separa de su experiencia. Puede separarte también una concepción distinta de las cosas, una opinión diferente; pero eso no te autoriza por encima de la otra persona. No estamos autorizadas a burlarnos de Clara porque no corta con su novio, ni a despreciarle a él solo porque no nos guste para ella. O quizás sí estemos autorizadas, pero lo único que conseguimos con una posición intransigente es aislar a Clara. Juzgar a los amigos es peligroso porque es una manera de cortar lazos y hacer que la persona que necesita ayuda se sienta incomunicada. Aunque tú pretendas ayudar, juzgar a una amiga solo hará que esta empiece a esconderte cosas, a tener miedo de contarte su movida por temor a tu reacción.
Esto es un poco como cuando la hija del Presidente Bartlet en The West Wing, Zoey Bartlet (interpretada por nuestra adorada Elisabeth Moss), se rebela contra la imposición de tener que llevar siempre una comitiva de agentes del Servicio Secreto allá donde vaya. Gina Toscano, la agente que debe acompañar a Zoey, sabe bien que para protegerla debe guardar sus secretos y no juzgarla por sus errores adolescentes. Es decir, no ir con el cuento al Presidente cada vez que Zoey hace pellas o se fuma un porro. Sé como Gina Toscano (y ved The West Wing, es una buena opción si estáis confinadas por covid, está en HBO). Protege a tu amiga como si tuvieras que interponerte entre ella y una bala.
Creemos que las personas que tienden a opiniones fuertes e inamovibles tienen más posibilidades de cagarla cuando les toca cuidar a alguien.
Si hablamos de amigos que juzgan, tenemos que hablar de Moira, personaje de Trigonometry (HBO). Moira es la mejor amiga de Ray, siempre han estado muy unidas y lo han compartido todo. Sin embargo, cuando Ray hace cambios en su vida y tiene nuevas relaciones, intereses y vivencias, Moira no la entiende. Le echa en cara que ha cambiado, que ya no es la misma persona. Le dice: «¿Qué está pasando? ¿Qué te pasa exactamente? Porque, desde fuera, parece que estás perdiendo la cabeza». No se molesta en intentar comprenderla, sino que la juzga a través de su propia mirada y de la concepción que tiene de lo que su amiga es. ¿Es coherente la concepción que tenemos de las personas con lo que esas personas son en realidad? ¿Cómo aceptamos que un amigo no haga lo que esperamos de él, sino lo que él quiere?
A veces intentamos imponer nuestras opiniones o incluso lo hacemos sin darnos cuenta a través de nuestro comportamiento con los otros. Pero ¿qué pasa si otras personas no opinan como nosotras? Si hablamos de opiniones, desacuerdo y estas cositas, tenemos que hablar de epistemología1 (seguidnos el rollo): en la epistemología del testimonio se diferencia entre distintas intuiciones que surgen cuando tiene lugar un desacuerdo. A la intuición que te empuja a escuchar al otro y plantearte que quizá estás equivocada e incluso que tienes que relajarte con respecto a la confianza que tienes en tu creencia se la denomina «conciliacionista». Por el contrario, hay otra que te lleva a mantenerte firme porque tú tienes razón y punto (los cuñaos). Da igual que otra persona intente darte su punto de vista, no hay nada que hacer.
¿Se suele optar más bien por la segunda intuición? Creemos que sí. En epistemología se denomina «teorías del mantenerse firme» a las que surgen de este segundo tipo de intuiciones. Todas ellas se basan en negar la tesis de derrota: estar en desacuerdo con alguien y reconocer que tú estás equivocado.
Además, es también desesperante cuando alguien te niega algo para lo cual hay evidencias. Tú intentas explicarle que no es que sea tu opinión, sino que está demostrado de tal manera. Sin embargo, da igual, esa persona no cree en las evidencias, ni en la verdad. Esta postura es denominada en epistemología «veripohibia» (sí, amigas, los negacionistas de la verdad). Estas personas consideran que no hay diferencias entre lo verdadero y lo falso, que la verdad es inalcanzable y que no deberíamos preocuparnos por ella: la verdad es una ficción, lo que dicen aquellos que tienen poder (Sexy Sánchez o Perro Sanxe, dependiendo de qué pie cojees). Dicen que la verdad está institucionalizada y que los denominados «hechos» son en realidad meras construcciones sociales. Surge así un profundo escepticismo con respecto a la verdad y la posibilidad de conocerla.
En este país (Punzadas) estamos EN CONTRA del relativismo y de que hay que respetar las creencias de todo el mundo porque todas pueden ser verdaderas. No podemos ser negacionistas de la verdad y, aunque sea cierto que muchas veces los hechos se manipulan para conseguir una «verdad» determinada; esto no quiere decir que la verdad no exista.
Harry Frankfurt, una de las personas más listas del mundo, dice en Sobre la verdad:
«Por otro lado, sean cuales fueren los beneficios y las recompensas que a veces puedan obtenerse mediante la manipulación de la verdad, la ocultación o la mendacidad descarada, las sociedades no pueden permitirse tolerar a nadie ni nada que alimente una indiferencia displicente ante la distinción entre verdadero y falso. Mucho menos puede consentir la gastada y narcisista pretensión según la cual ser fiel a los hechos es menos importante que ser fiel a uno mismo».
No podemos ser negacionistas de la verdad, pero tampoco pensar que la verdad está en nosotros. Desde Punzadas hacemos un llamamiento a la humildad. A admitir que cometemos errores y, por ello, a intentar evitarlos: a valorar la verdad y buscarla. A tomar decisiones informadas, precisas, racionales. A reconocer también que a veces ignoramos cosas, que no sabemos sobre todo, que dudamos. Que a veces, como cuando llega una pandemia o cuando una amiga nos confiesa estar viviendo una situación que nosotras no hemos experimentado, sentimos incertidumbre. Quizás es importante no solo valorar la verdad, sino también reconocer el error.
Alguien que se preocupó de la verdad e incluso la persiguió hasta sentirse abrumada fue Juana Inés de la Cruz2 (una reina). Os dejamos su poema Acusa la hidropesía (sed insaciable) de mucha ciencia, que teme inútil aun para saber, y nociva para vivir, que resume lo que queremos decir en esta carta de manera brillante:
«Si es mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan aguado para el daño? (57-60)
¡Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado! (81-84)
No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto» (85-88)
También tenemos que hacer referencia a su precioso, increíble y maravilloso Primero Sueño. Es un poema conceptual que no pretende hacer metáforas visuales, sino intelectuales. No describe un mundo de colores, lugares, formas, objetos o personas; sino que su mundo es abstracto, está más allá de los sentidos, en la penumbra. Es, además, un viaje que parte del dormir, llega al sueño y termina en el despertar. Es un viaje del alma, que, durante el sueño, es capaz de alzarse en un vuelo intelectual intentando saber, conocerlo todo («todo lo criado»). Sin embargo, lo que sucede es que el entendimiento queda vencido, tiene que retroceder porque es tal la riqueza, inmensidad y altura, que se siente intimidado, vencido:
«de un mar de asombros, la elección confusa
equívoco las ondas zozobraba.
Y por mirarlo todo, nada veía, ni discernir podía,
bota la facultad intelectiva en tanta, tan difusa
incomprensible especie que miraba
desde un eje en que librada estriba» (478-484).
Aunque hay muchas interpretaciones, nosotras creemos que está hablando de la imposibilidad de conocerlo todo, incluso de la incapacidad de saber mucho acerca de algo (cuanto más sabes, más consciente eres de lo poco que sabes realmente). Dice Octavio Paz (cabrón) en Sor Juana Inés de la cruz o las trampas de la fe que «la emoción intelectual que describe es la de un vértigo ante el infinito. Suspendida en lo alto de su mental pirámide hecha de conceptos, el alma encuentra que los caminos que se le abren son abismos y despeñaderos sin fin».
Es interesante la relación del poema con el cuadro Melancolía I, de Alberto Durero. El paisaje y ambiente recuerdan al universo abstracto de Juana, con sus formas geométricas y oscuridad:
De todo esto queremos hablar hoy, de la dificultad que entraña conocer, del esfuerzo que requiere. De la defensa de la humildad frente a la violencia que implica considerar que lo verdadero da igual, que lo que importa es ser fiel a lo que tú piensas. Por favor, admitamos que todos nos equivocamos, que ponemos los cuernos y que a veces carecemos de conocimiento: que somos ignorantes. De hecho, el reconocimiento de la ignorancia puede ser una virtud: la humildad epistémica.
Sin embargo, hay otro tipo de ignorancia, la que se produce y distribuye: igual que hay sujetos que producen conocimiento, hay sujetos que producen ignorancia. Fernando Broncano Berrocal denomina a este tipo de ignorancia «productiva o constructiva», que implica mecanismos que producen «bolsas de ignorancia» para dar lugar a la duda, desinformación, incertidumbre. Mantienen la ignorancia en vez de combatirla y, además, propician la denominada «ignorancia estructural»: «Las sociedades opresivas no se reconocen a sí mismas como opresivas, normalmente se construyen representaciones como si fueran justas». Por ejemplo, la denominada «ignorancia blanca» (whiteness ignorance), que hace que se mantengan los patrones de privilegio, es «un tipo de ceguera activamente sostenida». (Como los hombres cuando les dices que tienen privilegios y SE OFENDEN. Dejad de ofenderos ya, por favor, que sois muy cansinos). Lo que hacen los privilegiados es mantener una ignorancia activa por la que saben que no saben y les da igual: evitan y rechazan la posibilidad de aprender, prefieren no ser críticos y seguir ocupando el lugar que tienen (LITERAL LOS ONVRES CHICAS ES QUE LITERAL).
Podemos pensar la cuestión de la ignorancia activa a través del cuadro Vuelo de brujas de Goya. En él, dos hombres se tapan los oídos y la vista para no oír y ver a los seres voladores que tienen encima. Además, se protegen contra el mal de ojo con un gesto en sus dedos (la higa). Lo interesante es que, según el Museo del Prado, las pruebas de radiografía y reflectografía indican que Goya hizo un cambio importante: el que ahora camina tapándose la cabeza, antes estaba buscando al asno. Este asno siempre fue utilizado por el pintor como símbolo de la Ignorancia. ¿No querrá decir que el personaje, en vez de atreverse a observar y oír algo que puede afectar a sus creencias, prefiere seguir en la ignorancia? ¿Buscar el asno y taparse los ojos son símbolos que indican que prefiere la ignorancia? ¿Es esta ignorancia miedo al cambio o comodidad?
La ignorancia activa involucra resistencias cognitivas (prejuicios), resistencias afectivas (apatía, voluntad de no saber), resistencias corporales (agitación), mecanismos de defensa (modificar la carga de la prueba). De hecho, hay también una ignorancia patriarcal con respecto al cuerpo de la mujer, su anatomía e investigación (pero este es otro tema para otra carta…).
Por tanto, la producción de la ignorancia tiene que ver con los privilegios. Fernando Broncano en La producción social de la ignorancia explica que esta sirve para evitar las críticas al sistema. Llama la atención sobre el poder de la ignorancia de la ignorancia: metaceguera por la cual las personas no son conscientes de tener un problema con su relación con la realidad. Hay zonas oscurecidas, pantallas de opacidad «que debilitan la posición epistémica de capas muy extensas de la sociedad y refuerzan con ello la posición de sus capas dominantes».
Todas estas cuestiones son complejas y tienen aplicaciones tanto en la sociedad como en nuestras relaciones. Hay mecanismos que ignoramos y que se encargan de que ignoremos. Incluso hacen que ignoremos que ignoramos nuestros propios cuerpos. De ahí que esta carta sea un llamamiento a la humildad afectiva, social, política, emocional, intelectual, etc. Si una cosa nos ha enseñado la carrera de filosofía es que, cuanto más lees acerca de algo, menos segura te sientes: menos admites que sabes. ¿Por qué? Quizás sí que sepas más, pero te vuelves más consciente de lo mucho que te queda por aprender y de lo complicadas que son las cuestiones que te interesan.
Nuestro querido Pepe escribió estos tuits hace poco:
Lo que dice es VERDAD y, además, nombra al profesor que nos acercó a la epistemología y nos abrió horizontes nuevos y mágicos. Como dice Pepe, Jesús (pese a ser la persona más lista del mundo) es humilde, reconoce sus dudas, su vértigo. Esta actitud falta mucho en el mundo intelectual, donde las presentaciones en los congresos siempre dan vergüenza ajena al estar llenas de halagos y falsa modestia (uno dice «tengo el placer de presentar a uno de los expertos a nivel mundial en x tema» y el otro pone cara de sorpresa queriendo decir: «¿yo? Ay, no es para tanto»).
Tenemos que admitir que la verdad es compleja, escurridiza. De hecho, ni siquiera sabemos lo que es; pero la valoramos cuando está presente. (Como Greta Gerwig cuando le preguntaron en una entrevista qué es el cine: I don’t know but I know it when I see it / No lo sé, pero lo sé cuando lo veo). Quizás debamos acercarnos a la vida y a las personas teniendo esto en cuenta. Tu opinión o visión acerca de algo no es la única posible y, de hecho, es probable que existan otras mejores. No es lo mismo una simple opinión que has validado cayendo en el sesgo de confirmación que poder argumentar de manera justificada y por medio de razones sobre un tema. No solo importas tú y ser fiel a ti mismo, también importa la verdad y escuchar a los demás. Sobre todo, escuchar a tus amigas y entender que, aunque no las entiendas, tienes que acompañarlas. Esto no significa darles la razón como a los tontos, significa escucharlas e incluso cuando no coincides con ellas y se lo dices, caminar a su lado.
Últimamente percibimos mucha violencia y nos resulta difícil sentarnos en mesas donde en cada silla hay una persona que intenta imponer sus opiniones. Hablamos de «violencia» porque este tipo de opiniones sesgadas e inamovibles se sienten como un zarandeo. Es difícil habitar espacios donde no hay humildad intelectual ni epistémica, pero tampoco te escuchan ni se plantean la posibilidad de que estés diciendo algo con sentido. Es difícil comer en mesas donde incluso los hombres buenos se niegan a aprender porque son incapaces de reconocer sus privilegios.
Admitamos que no sabemos (menos nosotras, que somos listísimas y lo sabemos todo), que nos equivocamos y que, a veces, elegimos no saber: optamos por una ignorancia activa, elegida. La farsa colectiva de hoy es que todo el mundo tiene SU verdad y que además defenderla significa «ser fiel a uno mismo». Que todo el mundo sabe de todo, que no vivimos en una realidad plagada de incertidumbres. Nosotras creemos que no pasa nada por sentir vértigo ante la posibilidad de conocer, como le pasaba a Juana. Además, no solo sentimos vértigo ante el conocimiento, sino que sentir también nos hace zozobrar. Lo que sentimos nos sacude, muchas veces es contrario a lo que creemos, a lo que somos. Porque no todo es blanco o negro, no todo está clarísimo: hay muchos caminos y veredas posibles. Es normal que nos sintamos abrumadas, reconozcamos nuestra torpeza, nuestros miedos, nuestras dudas e inquietudes.
Las canciones de hoy incluyen un temita para mover el culo y dos extremadamente punzantes:
Y tú puedes hacer como que no lo ves
Puedes negarlo también
Puedes seguir con tu vida
Yo seguiré con la mía
Puedes decir que tienes miedo
Yo tengo miedo también
Puedes pensar que fue casualidad
Pero yo te diré la verdad
Adelante,
Inés & Paula
Estas ideas las hemos rescatado de nuestros apuntes de la asignatura “Teoría del conocimiento 2”, impartida por Jesús Vega y Fernando Broncano.
Para leer acerca de Primero sueño: Gaos, J. (1960). El sueño de un sueño. Historia mexicana, 10(1), 54-71 / Paz, O. (1982). Sor Juana Inés de la Cruz, o, Las trampas de la fe (p. 68). Barcelona: Seix Barral / Rice Carlssohn, R. A. (2015). La reinvención de la melancolía:" Primero sueño" de Sor Juana y Melancholia I de Durero. Valenciana, 8(16), 77-99.