Queridísimas lectoras:
¡Hemos superado el ecuador de enero! Esperamos que estéis tan deseosas de primavera como nosotras y que la vuelta de las Navidades no se os haga demasiado dura. Nosotras vamos: gestionando. (Sí, nos gusta la palabra «gestionar» para hablar de sentimientos, sorry not sorry). En estos primeros días del año, entre carta y carta, Inés desde Arnedillo y Paula desde Madrid, pensamos en nuevas maneras de ampliar y mejorar Punzadas. Queremos dar la enhorabuena a Adrián, Beatriz y Miranda, ganadores de los últimos sorteos (pronto recibiréis vuestros libritos) y desearos suerte a los demás en el próximo. Hoy sorteamos uno de Idea Vilariño (esperemos que la persona ganadora no tenga depresión, porque los poemas de Vilariño no ayudan), ¡mucha suerte!
Raymond Carver tiene un cuento muy famoso llamado What We Talk About When We Talk About Love («De qué hablamos cuando hablamos de amor»), donde narra una conversación entre dos parejas que cenan juntas y conversan acerca de distintas definiciones y formas de amor. ¿Es amor si duele? ¿Es amor si tiene más que ver con la locura que con la serenidad? ¿Era amor la relación entre Terri y su exmarido abusador, que terminó intentando matarla y matándose él? Terri, en el cuento, dice que sí. Su marido actual, Mel, lo niega:
“My God, don’t be silly. That’s not love, and you know it,” Mel said. “I don’t know what you’d call it, but I sure know you wouldn’t call it love.”
“Say what you want to, but I know it was,” Terri said. “It may sound crazy to you, but it’s true just the same. People are different, Mel. Sure, sometimes he may have acted crazy. Okay, but he loved me. In his own way maybe, but he loved me. There was love there, Mel. Don’t say there wasn’t”.
—Dios mío, no seas boba. Eso no es amor, y tú lo sabes —dijo Mel—. No sé cómo podríamos llamarlo, pero estoy seguro de que no debemos llamarlo amor.
—Tú dirás lo que quieras, pero sé que era amor —protestó Terri—. Puede sonarte a disparate, pero es verdad. La gente es diferente, Mel. Algunas veces actuaba como un loco, es cierto. Lo admito. Pero me amaba. A su modo, quizá, pero me amaba. En todo aquello había amor, Mel. No digas que no.
Os dejamos el borrador original sin los cambios de Gordon Lish (el editor) y el libro entero en español.
Dejando a un lado los problemas evidentes que surgen de afirmar de manera tajante que una relación abusiva conlleva amor, el cuento de Carver nos sirve para empezar a reflexionar sobre un tema al que le damos vueltas constantemente: los tipos de amor. Ya escribimos en nuestra carta Crítica de la pasión pura sobre nuestra teoría del amor, pero, más allá de amor tipo A o amor tipo B y todo lo que queda en medio, queríamos pensar hoy sobre amores extraños, amores extremos; amores inesperados y volubles; amores infieles.
Hablar de amores infieles da cierto vértigo, porque parece haber un acuerdo según el cual ser infiel es terrible y, perpetrar una infidelidad, imperdonable. En el otro extremo encontramos a personas que lo defienden y celebran. Hoy nos gustaría pensar acerca de si solo existen estas dos posturas extremas.
Esther Perel, en Por qué las parejas felices también son infieles, dice que aunque el adulterio es un comportamiento muy frecuente hay mucha ignorancia al respecto: «Las respuestas que obtengo en todo el mundo cuando menciono la infidelidad van desde la condena más amarga hasta el entusiasmo desatado, pasando por la aceptación resignada y una compasión llena de cautela». Algunas mujeres están convencidas de que es una desgracia inevitable. Otras creen que las aventuras femeninas son una forma de rebelión social contra un orden tradicional por el cual son los hombres los que tienen dos casas: una para la familia y otra para la amante.
Según Perel es interesante pensar en «los significados y los motivos de las aventuras amorosas, lo que podemos aprender de ellas». Por ejemplo, la restricción de la libertad sexual suele entenderse como una prueba de la seriedad de un compromiso: ya está, no tengo que seguir buscando, he encontrado a mi persona. «Se supone que el deseo que pudiéramos sentir por otras personas se evapora como por arte de magia, vencido por el poder de esa atracción única». Estas creencias, profundamente arraigadas, hacen que cuando tienes parejas y te sientes atraído por alguien más, tu vida se tambalee. ¿Por qué me gusta esta persona, si estoy enamorada? ¿Quiere decir que no quiero realmente a mi pareja? Si pienso en alguien más o siento dudas, ¿querrá decir que lo que siento no es de verdad? Quizás lo que no es normal ni posible es la evaporación del deseo.
Perel cuenta que hay infidelidades incluso en matrimonios que van bien o en relaciones abiertas en las que los límites han sido negociados con cuidado. Siguen dándose incluso cuando eres libre de romper o de divorciarte. Por eso solemos pensar que si eres infiel es porque algo va mal, porque no quieres a la otra persona de verdad; si la quisieras no hubieras buscado nada fuera de la relación. Perel encuentra a esta teoría («del síntoma») varios inconvenientes y considera que puede haber muchos tipos de infidelidad y distintas razones para llevarlas a cabo. Por ejemplo:
Dado que existe la idea de «matrimonio perfecto», quizás sea justamente esta expectativa de felicidad y perfección la que empuje a las personas a ser infieles.
La infidelidad puede tener que ver con problemas en la relación: soledad, discusiones, inseguridad, etc.
Puede ser también, por supuesto, pura maldad y egoísmo: «los narcisistas que engañan impunemente solo porque pueden».
Puede significar «un interludio poético de una vida prosaica»: puede entenderse como un universo o realidad alternativos, clandestinos, ambiguos, indefinidos. Puede ser que lo que atraiga a las personas sea el secretismo, la prohibición, el universo restringido que conlleva una aventura amorosa.
«A veces, cuando buscamos la mirada de otra persona, no estamos apartándonos de nuestra pareja, sino de la persona en la que nos hemos convertido»: quizás ha pasado el tiempo y ya no sientes la misma conexión, o tú y tu pareja crecéis a ritmos distintos, escogiendo veredas que os conducen a lugares diferentes. Esto tiene que ver con la búsqueda del yo desconocido y las reflexiones de Zygmunt Bauman acerca de «la nostalgia por las vidas no vividas, las identidades no exploradas, los caminos no emprendidos». Quizás la infidelidad sea una oportunidad para ir más allá del papel que tenemos asignado, de la persona que somos, de la vida que hemos elegido. Así, dice Perel: «el adulterio es la venganza de las posibilidades desechadas».
También puede no haber problemas en la relación y que la persona infiel afirme ser feliz con su pareja. Perel explica que hay gente que afirma: «quiero a mi mujer/marido. Somos los mejores amigos y somos muy felices juntos, pero tengo una relación con otra persona».
Así, cada caso es distinto y las razones por las que una persona cruza un límite que jamás pensaba que traspasaría son muy variadas y muchas veces incomprensibles incluso para la propia persona. Además, puede significar cosas muy distintas para los miembros de la relación: uno puede sentirse traicionado y profundamente dolido, mientras que el otro (quizás junto a la culpa) puede sentirse libre y poderoso. Esto hace que la comunicación entre las dos partes resulte compleja, porque hay que lidiar con sentimientos sutiles y complicados de verbalizar.
Si nos parece interesante la perspectiva amplia de Perel es porque tiene que ver con el vértigo que decíamos que sentimos al pensar acerca de la infidelidad sin condenarla de forma tajante. Ella reconoce que pueden acusarle de ser «proaventuras», pero compartimos y valoramos su intención de comprender, de no quedarse en la superficie y admitir la complejidad de las relaciones y, sobre todo, del amor:
«Les aseguro que no me parecen bien ni los engaños ni me tomo las traiciones a la ligera. En mi consulta soy testigo a diario de los estragos que causan. Pero las complejidades del amor y el deseo no se prestan a categorizaciones simplistas de buenos y malos, víctimas y pecadores».
Hace escasas semanas perdíamos a Almudena Grandes y el país (y también El País) se lanzaba a recordar la historia de amor entre la escritora y su marido, el poeta Luis García Montero. Muchas no sabíamos cómo empezó su relación (¿importa, acaso?), pero lo que se lee en este recorrido escrito por Berna González Harbour es simple y llanamente la historia de dos personas que se encuentran en una situación complicada en la que ambas tienen pareja, pero que se encuentran. Hay encuentros imposibles de apagar (como cantaba Mecano: que aunque empeñados en soplar / hay llamas que ni con el mar). En la relación entre Grandes y García Montero encontramos «rastros luminosos, guiños cruzados de una relación entre dos autores que no solo se amaron, sino que se enriquecieron mutuamente en el plano creativo y que dejaron señales vibrantes para la historia de la literatura, tanto la que se escribe con mayúsculas como la que se forja en minúsculas». ¿Con qué cara condenamos entonces el amor cuando vemos a Luis dejar uno de sus libros en el ataúd de su mujer?
No nos parecen mal, entonces, que algunas historias de amor empiecen como infidelidades. No nos lo puede parecer porque existe esto:
En la ficción encontramos historias que ilustran amores que se salen de la norma y que caen (o se elevan…) en comportamientos que tendemos a condenar. Ya hemos mencionado alguna vez Los puentes de Madison y ese grito del espectador incrédulo ante la incapacidad de Francesca de salir del coche y abandonar a su marido para reunirse con Robert, su, clarísimamente, ¡amor amor verdadero! Robert: This kind of certainty comes but once in a lifetime (esto es mentira, claro, pero repetimos la frase porque es preciosa). O la serie Trigonometry (BBC), en la que una pareja en una relación monógama navega la irrupción en sus vidas de una chica a la que deben alquilar una habitación.
Os la recomendamos mucho (está en HBO), sirve para darle una vuelta a las relaciones monógamas y a las ideas muchas veces conservadoras que tenemos acerca de las posibilidades infinitas del amor. También la podéis ver porque son todos guapísimos, sobre todo Gary Carr (suspiro). Al hilo de esto, también os recomendamos escuchar el Estirando el chicle con Manuela Carmena, atendiendo a la parte donde habla de cómo se vivían las relaciones amistosas y amorosas en su juventud. Sí, Carmena era muy hippy, lo dice ella misma, pero es curioso el toque que nos da a los jóvenes en el podcast. Dice: «Os veo muy conservadores [respecto a las relaciones]», y quizás tenga razón. Quizás nos pensamos que estamos a la vanguardia del amor y no estamos haciendo nada nuevo o, al revés, estamos dando pasitos hacia atrás (aunque sabemos que ni el amor ni el progreso son lineales).
Otro ejemplo que encontramos en la ficción es Breve encuentro (está en Filmin), la película dirigida por David Lean en 1945 que narra la aventura entre Laura (una ama de casa aburrida) con Alec Harvey tras encontrarse en la cafetería de la estación de tren. Ambos tienen sus propias vidas y familias, pero caen inevitablemente en un amor intenso y prohibido.
Al ver esta película, recordamos también el libro Miedo de Stefan Zweig. No queremos decir mucho sobre esta lindísima historia para no destriparla, pero es perfecta para pensar acerca de todos los sentimientos involucrados en una infidelidad: dudas, remordimientos, pasión, deseo, miedo, etc.
También nos punzó la infidelidad cometida en Big Little Lies por Madeline. Acerca de esto habla Lindsay Denninger en un artículo que empieza con la siguiente frase: “Even perfect people make mistakes” (hasta la gente perfecta comete errores). Esta infidelidad es un ejemplo de complejidad: cada uno de los miembros implicados reacciona de una manera, siente y quiere cosas distintas. Así como Joseph parece estar enamorado y quiere estar con ella de verdad, Madeline lo considera una aventura mediante la que sentirse mejor cuando su vida se está descontrolando (esa realidad paralela y alternativa de la que hablaba Perel). Tampoco sus respectivas parejas reaccionan de la misma manera y es muy interesante el proceso emocional de Ed. (Tenéis que ver esta serie, es una orden).
Por tanto, el amor evoluciona, cambia, se extingue, desaparece, se transforma. Al hablar de un amor que se transforma tendemos a pensar en el paso de la amistad al amor. Dos personas se conocen, se hacen amigas, se enamoran, listo. ¿Y dos personas que se desenamoran y pasan a ser amigas? ¿Se puede ser amiga de tu ex? (En Punzadas sabemos que sí porque Paula es muy amiga del suyo; Nacho, un beso mi panita). ¿Puede una persona con la que has tenido una relación romántica sujetarte en momentos difíciles, acompañarte de verdad, no solo en una cordialidad impuesta? ¡Claro! Quizás no todo el mundo deba ser amigo de su ex. El personaje de Carver, Terri, desde luego que no. Hay ex’s horribles a los que no hay que dirigir ni la palabra, pero en otras rupturas también encontramos un término medio. Quizás sea muy deseable (cuando se puede), porque resulta muy doloroso que una persona que te ha acompañado, conocido y querido de repente desaparezca de manera tajante de tu vida. Es como un duelo, ¿no?
Quizás estamos muy empeñados en que cuando lo dejas con alguien tienes que olvidarte de esa persona. Pasar página, superarlo, quemar todos sus recuerdos e incluso odiarla. No pensar en ella, pasar a otra cosa. Sin embargo, puede que lo que has vivido con esa persona sea importante. Tanto que hayas aprendido cosas, que hayas crecido con ella y que todo esto se quede contigo siempre. Y quizás esto no sea malo, ni que pasen años y sigas sintiendo cosas al visitar lugares que eran importantes para vosotros. El amor es voluble, se transforma, hay tantas maneras de amar como personas y tenemos que encontrar las nuestras; aunque cueste, aunque a veces duela. Abrir un poco el horizonte y tener paciencia con ciertas relaciones en las que sentimos que es o todo o nada nos puede ayudar a navegar situaciones complicadas, esperas, limbos emocionales (lo sabemos, son terribles).
La farsa colectiva de hoy sería pensar que cuando una infidelidad ocurre solo hay buenos y malos, víctimas y verdugos. Que todo está claro, que lo único que podemos hacer es romper la relación. Que solo hay un tipo de infidelidad y que las personas que las cometen son monstruos sin corazón. Quizás, como dice Perel, es necesario analizarlo, pensar en las causas que han llevado a acometerla. Aprender lo que nos enseña acerca de nuestra relación, del amor, de lo que somos y deseamos. Además, también es una farsa pensar que la infidelidad solo puede ser física o sexual. ¿No hay otros tipos de infidelidad? ¿Solo tenemos que enfadarnos si nuestra pareja se ha besado con otra persona?
No es justo para nadie hacer análisis superficiales y reduccionistas de una realidad que involucra tantas contradicciones, sentimientos y dolor. Dolor para la persona que puede sentirse engañada, traicionada, abandonada, inferior, etc. Y dolor también (si excluimos a los narcisistas sin escrúpulos) para aquella persona que ha traicionado, engañado o roto sus promesas. Cada persona es un mundo, pero no podemos negar que causar sufrimiento o hacer daño a otras personas puede provocar dolor al que lo infringe. Claro que hacer las cosas mal provoca dolor; ver a otra persona sufrir por las acciones que tú has llevado a cabo.
En un episodio de Deforme Semanal titulado El Mal, Isabel (reina de España) dice lo siguiente: «Todas las concursantas hacemos cosas malas todo el rato. Todas mentimos, dañamos, todas nos hemos aprovechado de alguien y lo haremos en el futuro». Quizás sea necesario admitir que es así, que no siempre somos novias, hijas y amigas perfectas. Y esto no quiere decir que seamos intrínsecamente malas, ni que no nos sintamos mal por ello, ni que no podamos arrepentirnos (no somos santas kantianas, qué le vamos a hacer). Más adelante, Isabel nos invita a pensar en lo peor que hemos hecho en nuestra vida. Admite que tiene la culpa grabada a fuego y que algunas veces ha intentado arreglar las cosas. Sin embargo, otras veces la otra persona no ha querido volver a saber nada de ella. Cada persona, subjetivamente, tiene ideas distintas del mal y considera que algo es o no perdonable. Lo interesante es que Isabel señala que «esa persona me va a juzgar para el resto de la eternidad […] me va a detestar siempre y es difícil vivir con ello». Añade Lucía: «para esa persona quedas congelada en el tiempo».
Aunque estés arrepentida, aunque lo sientas y te duela vivir con esa sensación de culpa, sabes que por ahí hay alguien que te considera una infiel (aunque hayan pasado años, hayas cambiado y crecido y no lo hayas vuelto a hacer nunca). Hay una persona por ahí que te dijo una vez que «quien nace infiel muere infiel» y, quieras o no, lo tienes grabado a fuego.
El cuento de Carver con el que abríamos la carta tiene uno de los finales más famosos y bonitos de la literatura:
I could hear my heart beating. I could hear everyone’s heart. I could hear the human noise we sat there making, not one of us moving, not even when the room went dark. // «Oía los latidos de mi corazón. Oía el corazón de los demás. Oía el ruido humano que hacíamos allí sentados, sin movernos, ninguno lo más mínimo, ni siquiera cuando la cocina quedó a oscuras».
Sobre todo cuando los espacios que habitamos, internos y externos, se quedan a oscuras; sobre todo cuando el oxígeno parece acabarse antes de tiempo; cuando se nos olvida que la primavera viene cabalgando, ahí hay que pararse a comprobar que el corazón late y que late al unísono de algún otro, aunque sea un otro inesperado.
Unas lindas canciones para terminar:
Yo sé que me quieres matar / Pero nada de eso va a pasar / Porque yo te prometo que no la volveré a besar
voy a tomar el camino equivocado
voy a salirme de la trayectoria
voy a meterme en líos
jugar con fuego
incumplir las normas
*Para acabar proponemos otra categoría de infidelidad: la de los dioses griegos, expertos en el tema. Por ejemplo, el triángulo amoroso entre Afrodita, Ares y Hefesto. Este último era cojo, feo y desagradable (lo tenía todo este jambo), así que ni siquiera su esposa Afrodita le quería. Por eso ella fue lista y se hizo amante de Ares (que estaba bastante bueno, claro). Os dejamos aquí a los amantes:
Hefesto se enteró y los atrapó con una red para que todo el mundo les viera con las manos en la masa. En Marte y Venus descubiertos por Vulcano, de Alexandre Charles Guillemot, vemos cómo todos los dioses son testigos del ultraje y disfrutan del espectáculo:
Es un poco como en La isla de las tentaciones, ¿no?
Por último, queríamos anunciar que a partir de febrero arrancamos (por petición popular de twitter) el CLUB DE LECTURA ANNIE ERNAUX. No hace falta explicarlo, ¿verdad? El primer libro que leeremos será Perderse y lo haremos en colaboración con nuestra amiga Marta Granjo y su cuenta de Instagram de libritos (y ahora también YouTube). A finales de mes organizaremos algo para comentarlo con las lectoras que estén por Madrid con un café/té/bebida alcohólica si es necesario.
Adelante,
Paula & Inés
Me ha encantado la complejidad con la que habéis tratado este tema. Mucho que aprender ¡Gracias!