Queridísimas lectoras:
Llueve en Madrid mientras os escribimos esta carta. Esperamos que estéis bien y, sobre todo, esperamos que no haya muchos Pacos en vuestras clases, trabajos o ambientes vitales (si no pilláis esta referencia, os habéis perdido nuestra anterior reflexión). En la última carta hablábamos de lo importante que es decir las cosas bonitas a las personas que queremos, lo importantes que son las palabras que escuchamos en nuestro día a día. Hoy también vamos a hablar de la amistad, aunque desde una arista diferente.
Es común escuchar explicaciones apasionadas acerca de por qué una persona se ha hecho un tatuaje con sus amigos. “Los amigos lo curan todo”; “cuando tienes un mal día, tomas algo con tus amigos y todo lo malo desaparece”; “los amigos son un tesoro”; “los amigos son la familia que se elige”. Sí, muchas veces es así. Nosotras mismas hablamos del calor que puede producir la presencia, acompañamiento y cariño de nuestras amigas (síííííí, o amiiiiiigos [léase con la voz de Isa Calderón]). Sin embargo, en los últimos meses hemos tenido varias conversaciones acerca de lo tóxicas y dañinas que son algunas relaciones de amistad. Precisamente porque la amistad es equiparable para muchas personas con la familia, el sufrimiento que puede causar un amigo es equiparable al que puede producir un familiar (que es muchísimo, pero de lo terrible que puede ser la familia hablamos otro día).
Una de las cosas a las que le hemos dado vueltas en nuestras charlas es que, pese a lo importante que parece ser la amistad en la vida de las personas, está infravalorada con respecto a otro tipo de relaciones. Por ejemplo, parece que normalmente se privilegia el amor romántico frente a los demás. Seguro que todas habéis sido interrogadas en comidas familiares y reencuentros con amigos acerca de si tenéis novio/novia. Tener pareja es un motivo de entusiasmo y de alegría para tías, abuelas, primos, sobrinos, etc. Todo el mundo quiere conocer a esa persona y hasta el familiar más lejano se entera de que ya no estás sola. Sin embargo, son muy pocas las ocasiones en las que nos han preguntado por nuestras amistades. “¿Tienes amigas?” es una pregunta que sonaría rara en una cena de Nochebuena. Parece que se da por hecho que tienes amigos y que siempre estarán ahí para quitarte la pena compartiendo una lata de cerveza fresquita. Se da por hecho la amistad como si fuera algo fácil, casi obvio. Sin embargo, creemos que construir relaciones de amistad sanas, respetuosas, sinceras y profundas no es una tarea fácil (y quizás no debería serlo).
Todas tenemos cerca ejemplos de amistades llenas de engaños, farsa, dolor, jerarquías, celos, manipulación, interés, etc. Aunque la amistad está infravalorada frente a las relaciones sexoafectivas, en el ámbito amistoso se permiten comportamientos que denunciaríamos o miraríamos con otros ojos si esa persona fuera nuestra pareja.
Story time (por supuesto, esto sucedió de verdad):
Alicia y Pablo se saltan la primera clase y se sientan en un banco cerca de la facultad. Pablo llora porque tiene problemas con su novio. Alicia, que es una persona sabia y cariñosa, le pone la mano en el hombro y con mucha delicadeza, le dice:
- Pablo, ¿qué me dirías a mí si te contase lo que me acabas de contar? ¿Si yo te contase que mi pareja me hace lo que tu pareja te hace? Me dirías que estoy en una relación…
Pablo abre mucho los ojos y dice:
- Abusiva.
Alicia asiente y Pablo asiente. El momento es difícil y en muchos sentidos, bonito. Alicia nota que ha ayudado a su amigo. De lo que no se da cuenta es de que ella misma está también inmersa en una relación tóxica y abusiva. No se da cuenta porque la relación en cuestión no es una relación de pareja. Es, lo habréis adivinado desde el principio, una amistad. Alicia, que no es tonta ni inocente, que es una chica espabilada y con cierta comprensión acerca de las relaciones interpersonales, es incapaz de ver que lleva casi dos años completamente anulada por la persona que dice ser su mejor amiga. Alicia intuye que algo va mal, porque cada vez que le llega un whatsapp de esa persona, aunque sea un: “qué tal?” el corazón le da un vuelco (en el peor de los sentidos), siente una presión en el pecho y tiene que esperar varios segundos antes de poder abrir la conversación y contestar.
En las parejas se supone que se elabora una especie de “contrato” por el que las dos partes establecen límites, lo que está permitido y lo que no, etc. Esto hace que, en caso de traspasar estos límites, la pareja pueda “romper” (sabemos que muchas veces las cosas no son tan sencillas ni directas e incluso nosotras tenemos dudas de si esta idea del contrato se puede aplicar a las amistades. ¿Qué opináis? ¿Firmaríais “un contrato” con vuestras amigas?). En esta carta quizás tengamos más preguntas que respuestas:
¿Rompemos con nuestros amigos?
¿Cómo se rompe con un amigo?
¿Podemos tener “contratos” con ellos?
¿Puede hacer más daño un amigo que una pareja? (Aquí definitivamente creemos que sí).
Muchas veces una siente que amistades de la infancia o de un determinado momento vital ya no cuajan de la misma manera que antes. Podría decirse que “ya no siento lo mismo”, pero parece raro utilizar esa frase para hablar de la amistad. Sin embargo, es legítimo que esto pase, es normal. Es complicado mantener una intensa amistad con todos los amigos que tenías en tu adolescencia. También es legítimo tener un problema con un amigo y sentir que no quieres fomentar más esa relación, que no quieres compartir tu vida con esa persona. ¿Tienes que romper con ella explícitamente o puedes dejar que se diluya con el tiempo? ¿Cómo le dices a una amiga que ya no sientes lo mismo, que la sientes lejos, que notas que algo no encaja? ¿Cómo le explicas que eso no significa que no la aprecies, si no que la forma de quererla ha cambiado?
Muchas veces permitimos a nuestros amigos comportamientos que nos hacen daño solo porque “ya sabes, x es así”. Nos hieren profundamente o nos incomodan con celos o comportamientos extraños. Te irrita, te cansa, pero no dices nada. ¿Se lo dirías a tu pareja? ¿Y a un familiar? Hay amigos que te juzgan, son egoístas, envidiosos o celosos. Hay amigos que te maltratan. ¿Son entonces amigos? Parece que “amigo” tiene únicamente implicaciones positivas. ¿Puede alguien ser un mal-amigo? ¿Qué sea malo quiere decir que ya no encaja bajo el término “amigo”? ¿Solo puede haber amigos buenos?
Os dejamos este extracto de Apegos feroces, de Vivian Gornick (un libro con el que estamos obsesionadas):
- Creo que, sin lugar a dudas, es desagradable que te insinúes a una amiga mía, pero a ti no te parece mal porque crees que el amor no tiene nada que ver con la amistad.
- Eres una ingenua -dijo Joe suavemente-. Con todo lo que sabes, y aún no sabes que se trata de una relación antagonista. No existe amistad en el amor.
- Rechazo esa definición -dije-. La rechazo de pleno. Si el amor es sólo un vínculo romántico, que le den.
No lo sabemos, pero como Vivian, creemos que el amor no puede ser solo eso, que las esferas de lo romántico y lo amistoso están mucho más cerca de lo que a veces pensamos (esto da para otras siete cartas, pero hay que ir cerrando). Hace poco hablábamos con un buen amigo de lo mucho que nos gustaría seguir manteniendo la amistad cuando seamos más mayores. Que haya personas a nuestro alrededor que cuiden de nuestros gatos (porque hijos ya veremos teniendo en cuenta el ecocidio inminente…), que nuestra afinidad y conexión no se acaben. Muchas veces da la sensación de que una vez que formas tu propia familia, “cada uno hace su vida” y parece complicado seguir teniendo amigos con los que compartir tu vida más allá de un par de reuniones anuales. Quizá sea porque, de nuevo, se privilegian unas cosas frente a otras. Se establecen jerarquías en el amor.
La amistad puede ser tremendamente sanadora y horriblemente destructora. No consiste en decir siempre la verdad de manera descarnada, pero tampoco en mentir para quedar bien y no ofender a nadie. No consiste en dar consejos juzgando según tu propio punto de vista, ni en manipular para que las personas se amolden a ti, pero al mismo tiempo debes poder mantener un espacio propio, una independencia. ¿En qué consiste, entonces? ¿Acompañar, cuidar, escuchar, compartir? Estos son algunos de los verbos que se nos ocurren, aunque “escuchar” puede hacerse de muchas maneras. Y cuidar. Y acompañar. Y compartir. Y amar.
Si esta carta te ha hecho pensar en una persona en concreto, respira hondo, te mandamos un abrazo fuerte. Si no te ha hecho pensar en nadie, es posible que el amigo tóxico seas tú. O quizás tienes suerte y has conseguido llenar tu vida de vínculos sanadores (¡Enhorabuena! Ahora a cuidarlos para que no se diluyan… o si se diluyen quizás tampoco es un drama).
Una ilustración de Giselle Dekel (a veces los amiguis provocan esto):
La farsa colectiva de hoy: que todos los amigos son mágicos y maravillosos, que hay que mantener las amistades, aunque claramente estas se hayan marchitado, que el amor es más importante que la amistad, que el amor está separado de la amistad. Abajo con todo esto.
Os dejamos la canción que sin duda vosotras también lleváis en bucle estos días
y que podría perfectamente hablar del fin de una amistad (aunque todo el mundo asume que Amaia habla de un ex).
(¡¡Me siento triste pero liberada!!)
Adelante,
Paula & Inés