Queridísimas lectoras:
¿Cómo estáis? Nosotras muy aceleradas viendo que se acaba el año y que no podemos dejar de pensar en los temas que nos obsesionan. Hace poco le dábamos vueltas a otra de las aristas de las relaciones amorosas: la imposibilidad del amor. Este tipo de situaciones se dan cuando dos (o más) personas se quieren, pero las circunstancias vitales les impiden estar juntas, cuando no se actualiza lo que sientes por alguien y no llega a pasar «nada». Podemos pensar fácilmente en relaciones a distancia, en situaciones donde una de las partes está en una relación previa (monógama), o incluso cuando la química no es suficiente.
La química puede no ser suficiente por muchísimas cosas. En esta cartita vamos a plantear tres situaciones que nos parecen interesantes, pero somos conscientes de que pueden relacionarse entre ellas y de que hay muchas más. Más allá de la variedad, queremos pensar acerca de lo complejo del amor. De que, pese a la noción idílica por la que parece que solo es necesaria una mirada común o mucha química y después todo está hecho, en el amor influyen muchas más cosas.
a. En primer lugar, nos parece que podemos distinguir dos elementos importantes a la hora de determinar si personas que se quieren pueden llegar a estar juntas: la química y el timing. Puede estar uno, pero no el otro. Lo ideal es que estén ambos, porque si no, como dice nuestro querido Alizzz: «me voy pal precipicio otra vez». (No descartamos hacer una cartita analizando los temas del nuevo disco de Alizzz que sale en breves). Cuando hay química pero falla el timing podríamos hablar de punzamientos inacabados, o como es más común, de espinitas: alguien llega y te sacude, pero por una razón u otra no puedes estar con esa persona como te gustaría. Muchas de estas conexiones se acaban antes de que la historia empiece. El proceso de duelo que hay que pasar entonces es jodidísimo. No solo lloras lo que has tenido con esa persona, también lloras lo que no ha llegado a suceder, lo que solo has llegado a imaginarte. De la misma manera que en nuestra anterior carta hablábamos de la memoria, sería interesante también pensar en las proyecciones que hacemos cuando alguien nos gusta, en los ensimismamientos diarios a los que sometemos a nuestras expectativas. En los largos ratos que pasamos imaginando encuentros y conversaciones con la persona amada.
Como explica el personaje de Robin Scherbatsky en How I Met Your Mother: If you have chemistry you only need one other thing. Timing. But timing's a bitch.
Un ejemplo de este tipo de imposibilidad puede ser la lindísima Call me by your name. Aunque ha recibido muchas críticas, a nosotras nos encanta (¿Te encanta a ti? A la gente que critica una película porque «es muy lenta», ni agua). Nos parece que refleja muy bien las contradicciones, los malentendidos y el tiempo que es necesario muchas veces para que algo que sientes se llegue a materializar (si es que llega a hacerlo). De hecho, cuando por fin ocurre lo que todos estamos deseando que suceda, la tranquilidad dura muy poco. Dura poco porque Oliver es de otro país, tiene una carrera académica por delante, proviene de una familia conservadora que no hubiera aceptado su forma de amar y, además, como descubriremos al final, va a casarse. La escena final de la película, con Elio y Visions of Guideon de fondo, refleja de maravilla el dolor que se siente cuando tiene lugar este tipo de imposibilidad.
Aquí os dejamos la canción por si la necesitáis algún día para llorar un amor mirando cómo los troncos se descomponen en una chimenea:
Otro ejemplo de este tipo de imposibilidad es Los puentes de Madison. Francesca y Robert viven una intensísima pasión durante tres días y luego ella debe decidir si se queda con su marido y sus hijos en su casa de Iowa o si se va con el fotógrafo, un amor que claramente le ha punzado. Imposible olvidar la mano de Francesca en la manija de la puerta del coche, dudando hasta el último segundo mientras Robert la espera bajo la lluvia.
¿Y si hay timing pero no hay química? ¿O hay química pero hay algo que no llega a estar del todo ahí? Quizás haya otras formas de imposibilidad del amor.
b. Puede ser que sientas muchas cosas por una persona pero algo os separe, que te atraiga muchísimo alguien pero que no compartáis una mirada. ¿Qué es la mirada? Quizás sea una manera de entender el mundo, de navegar por él. Un mobiliario a través del cual organizas la heterogeneidad de un mundo desconcertante. Está claro que hay más distancias que la física, que hay abismos que pueden separar a las personas que no tienen por qué ser cuantificables ni visibles. ¿Tiene nuestra pareja que compartir cierta sensibilidad con nosotros? Es difícil hablar de estas cuestiones, son sutiles y complicadas y no se dejan agarrar. ¿Es suficiente con que alguien nos trate bien, nos cuide, nos haga reír? ¿O hace falta algo más? Y, si ese algo más está, ¿qué pasa si falla el timing?
Quizá podamos encontrar un ejemplo de este tipo de imposibilidad en Matthias and Maxime, de Xavier Dolan. En esta película, a través de un falso beso para una grabación, la estrecha relación de dos amigos cambia porque ambos descubren que sienten cosas que no sabían que sentían. Sin embargo, los dos no encajan estos nuevos sentimientos de la misma manera. Mientras que Maxime es honesto con lo que siente, Matthias vive en la negación, el tormento y la ira. Este inesperado punzamiento no encaja en la vida que ya tiene hecha con un trabajo y una novia estupendos. No es capaz de enfocar su vida desde un prisma que no le haga daño, desde un lugar que le permita estar bien.
Pensando en la distinción que hicimos en otra carta (studium / punctum): ¿Tiene que ver la mirada con el studium? ¿Quizá el punctum no sea suficiente muchas veces? ¿Hacen falta más cosas que sentir algo que te atraviesa, te hiera o te punce?
c. Finalmente, puede ser que haya timing y mirada. Y, por supuesto, también química. Puede ser que las dos personas se adoren, que no puedan estar separadas y, aún así, que no funcione. Hay muchísimos ejemplos en la ficción de parejas a las que les cuesta milenios encontrarse finalmente. Películas como Love, Rosie (una de sus traducciones es: Los imprevistos del amor, ojo) o One Day (Siempre el mismo día) nos hablan de encuentros punzantes entre dos personajes que por circunstancias vitales tardan años y años en conseguir estar juntos. En las series también pasa cuando dos personajes claramente destinados a tener una relación tardan lo que a los espectadores nos parecen catorcemil temporadas en simplemente darse un besito. Jim y Pam, en The Office, por ejemplo.
O Josh y Donna en The West Wing (aunque Sorkin reconoció años después que no deberían haber tardado SIETE TEMPORADAS en besarse).
Lo mismo sucede con Connell y Marianne en Normal People. A lo largo de la serie hay momentos en que el timing falla porque uno o ambos tienen pareja, porque están lejos o porque se hacen daño. Sin embargo, hay otros en los que se dan las circunstancias para tener una relación. Aún así, aunque sean incapaces de estar el uno sin el otro, no consiguen estar bien juntos. Pensamos en ese momento en la cocina de Marianne en el que Connell es incapaz de confesarle que necesita quedarse en su casa en verano y la conversación acaba en desastre. Acaban hablando de la posibilidad de estar con otras personas aun no queriendo ninguno de los dos. La tensión y dolor del momento se muestran cuando Connell cierra la puerta y a Marianne se le cae el vaso de la mano, rompiéndose en pedazos. Después de un tiempo hablarán de ese momento y ninguno de los dos entenderá por qué llegaron a esa situación.
Igual que nos tiramos de los pelos viendo que personajes que claramente deberían estar juntos tardan en estarlo, también nos pasa en nuestras propias vidas: cuando conocemos a personas que nos punzan y nos cuesta aceptar que quizás no es el momento, o que el momento idóneo nunca va a llegar. (Aunque cabría preguntarse también si existen los momentos idóneos).
No sabemos muy bien si todo esto tiene sentido. Suponemos que son cosas que todas nos planteamos en algún momento, cosas que sentimos inevitablemente. Sin embargo, es difícil articular estas ideas en un discurso que tenga un mínimo de sentido. Esperamos que este lo tenga (al menos un poquito).
La farsa colectiva, como ya dijimos en la carta donde hablábamos de nuestra teoría del amor, es que el amor es fácil. Que solo hace falta que dos personas sientan cosas para que todo fluya. Que no hay problemas, conflictos, imposibilidades.
Os dejamos con nuestro queridísimo Alizzz y su Todo me sabe a poco
Adelante,
Inés&Paula