«Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa. Para averiguar lo que quiero y lo que me da miedo.»
A Joan Didion, que seguirá punzándonos siempre.
Queridísimas lectoras:
Hemos llegado: último domingo del año, última Punzada de 2021. Esperamos que estéis bien y que hayáis disfrutado de este viaje epistolar que no ha hecho más que empezar. Quedan cinco días de un año que para nosotras ha sido lindo, triste, crucial, difícil, hermoso… en fin: punzante. Es imposible no echar la vista atrás y tratar de visualizar su trazado emocional: los momentos bajos, las cumbres, las caídas y los ascensos. Cada año contiene una pequeña montaña rusa, diferente para cada persona. Las nuestras (la de Inés, la de Paula) han coincidido mucho porque gran parte de nuestra salud mental y emocional este 2021 ha estado ligada al ejercicio de la reflexión, de la escritura y, por qué no decirlo, la filosofía. Esto es algo que hacemos juntas y que deseamos seguir compartiendo con vosotras el año que viene.
Tenemos que confesar que a comienzos de año estábamos tristísimas. A punto de terminar la carrera sentíamos que el mundo académico hacía más por expulsarnos que por retenernos. Sentíamos que no encajábamos en un lugar que a ratos ha sido una segunda casa para nosotras: la universidad. De ese pozo de miseria (sí, nos gusta ser dramáticas) salió el primer texto que escribimos juntas: Inseguridad, vértigo y filosofía: ¿Somos gilipollas y nadie nos ha avisado? En él hablábamos de esta sensación de desplazamiento que sentíamos a veces en clase. Lo publicamos y fue bonito ver que muchas personas se identificaban con el texto. Recibimos comentarios de muchas compañerAs, para sorpresa de nadie, diciendo que compartían nuestras inseguridades. Incluso personas que se movían por el mundo académico con más aplomo y seguridad que nosotras compartían nuestros miedos. Nació ahí la idea de farsa colectiva que tan importante se ha vuelto en Punzadas. ¿Por qué todo el mundo hace que problemas que están presentes no existen? ¿Por qué la gente finge?
También nos dimos cuenta de lo mucho que nos agobiaban nuestros estudios y la posible continuación de ellos: elegir máster puede ser un dramita. Ahora, meses después de aquel tiempo de decisiones, cuando les preguntamos a nuestros amigos que siguen estudiando si les importa su máster la respuesta siempre es: meh. O directamente: no. Y no es que los estudios no importen, decir eso sería pasarnos de listas y despreciar el privilegio que supone poder estudiar sin mayores preocupaciones. Pero lo que hagas, tu trabajo o tus estudios, no tienen por qué ser tu fuente de satisfacción. I mean, si lo son, enhorabuena amiga, por favor dinos el secreto. Pero si eres como nosotras y a veces la rutina te pesa un poco y sientes que no estás donde debes estar, no paniques, estamos aquí para decirte que no pasa nada. El texto de marzo era la semilla de Punzadas y Punzadas nos está salvando un invierno a ratos horrible, porque sentimos que es un espacio propio, seguro, despojado de juicios en base a unos estándares académicos e intelectuales que, francamente, nos la sudan. Con esto queremos animaros a empezar y seguir con vuestros propios proyectos y cosas que os apasionen. Esta es una de las nuestras: escribiros cartas cada semana. Punzadas nos llena más que muchas de las cosas que tenemos que hacer por obligación en nuestros estudios o trabajos. No es un simple complemento, es algo que nos tomamos muy en serio y que nos anima a levantarnos de la cama cada día. Los domingos a las diez en nuestras casas hay una pequeña revolución: contamos los minutos para que se envíe la carta y esperamos felices y satisfechas vuestras reacciones.
La redacción y publicación de aquel manifiesto revolucionario (según Inés) o texto de cagarse en todo (según Paula) fue el primer giro a mejor de nuestro año. A partir de ahí, todo empezó a subir. De esta experiencia hemos extraído una lección muy valiosa que cada día tenemos más clara: hay que decir las cosas. Chicas, chicos, chiques, hay que hablar, hay que escribir, hay que expresar. Es alucinante lo que compartir una experiencia puede provocar en una mente, en un cuerpo. No solo hablamos de expresar inseguridades y miedos como hicimos en ese texto. Hablamos, simple y llanamente, de decirles a las personas que quieres… que las quieres. Esta es una idea manida, especialmente a finales de año, pero es otra de las lecciones que nos ha ofrecido 2021: «tienes que hablarlo con él/ella» es una frase que ha ido de Inés a Paula y de Paula a Inés durante todo el año y siempre (aunque a veces sea muy difícil) es un buen consejo.
En esta última carta del año queremos contar una historia a través de nuestro queridísimo Alizzz, cuyas canciones han sido sin duda la banda sonora del 2021. Hemos bromeado mucho con que nos encantaría escribir una tesis doctoral sobre tres canciones suyas: Todo me sabe a poco, El encuentro y Ya no siento nada. Creemos que pueden interpretarse de manera conjunta, como una historia, y que tocan muchos de los temas que hemos discutido en Punzadas este año:
La historia termina (me dejaste de escribir) y tú sufres, le echas de menos. Estás rota, te acuerdas de esa persona y todo te sabe a poco. Has pasado del cielo al pozo de miseria típico de un corazón roto (primero al cielo, luego pal hoyo). Las conversaciones con el resto de gente te parecen insípidas, nada es comparable a lo que sentías cuando estabas con esa persona. Has caído (un salto al vacío me vuelvo a caer) y ves muy difícil poder salir de ese hoyo porque deambulas por una realidad cargada de dolor, recuerdos y sufrimiento.
Para estas situaciones de pozo fatídico recomendamos pensar en esta frase de Carmen Martín Gaite en Nubosidad variable: «De todos los pozos se puede salir cuando se enciende la curiosidad por saber lo que estará pasando fuera mientras uno se hunde». Ojalá si habéis habitado o estáis habitando pozos estos días podáis sacar, aunque sea, la cabeza fuera del agua. Quizá esto es lo que necesita el protagonista de la canción, que no concibe la posibilidad de que esa persona ya no esté, quiere volver a intentarlo, arreglarlo: vamos a buscar, tiene que haber algo más.
En Punzadas hemos reflexionado mucho de los temas que vertebran esta canción. En Te quiero, pero… hablamos de los tipos de imposibilidad del amor que te llevan a romper con alguien o incluso que impiden que una historia pueda comenzar. En Todo me sabe a poco algo no funciona, no sabemos qué. También puede ser que, como comentábamos en Nena, no te putopilles, una de las personas involucradas en la relación no haya querido mantener el compromiso o haya dado por hecho que el protagonista quiere algo antes de preguntarle. Volviendo también a Crítica de la pasión pura, podríamos cuestionarnos qué tipo de amor reina en esta historia. ¿Sería el mismo tipo de amor para los dos? ¿Era solo tipo B, o solo tipo A? ¿Faltaba algo o sobraban cosas?
Esta segunda canción, en la que participa nuestra adorada Amaia, narra una parte importantísima de la historia: el encuentro.
Te encuentras por casualidad con esa persona que se marchó de tu vida, con la que rompiste hace tiempo (¿qué haces por aquí? ¿cuánto ha pasado?). Sientes miedo y mucho vértigo porque es la primera vez que os encontráis y no sabes qué vas a sentir. ¿Me daré cuenta de que sigo queriendo que esa persona forme parte de mi vida o, por el contrario, mis sentimientos habrán cambiado? No sabes nada de esa persona, ha pasado mucho tiempo (nos encontramos pasado un año sin saber de los dos) y notas que hay cambios (el corte nuevo así que bien te queda). En un primer momento, reconoces que la echas de menos y que sigue presente en tu vida (he pensado en ti más de la cuenta). Al principio todo va bien, os echabais de menos, os tocáis, os miráis, reconocéis esos cuerpos que hace tiempo que no sentíais cerca. (¿Y ahora qué hacemos tú y yo?).
Sientes que se ha puesto todo del revés, que todo ha cambiado. Idealizas, olvidas todo lo malo, los problemas que llevaron a la separación. Sin embargo, llega el golpe de realidad que te recuerda que todo ha sido una ensoñación. Solo eres capaz de recordar lo bueno y eso no refleja ya el estado de la relación. No puedes volver atrás y quedarte solo con las cosas positivas de esa persona, la realidad es otra, mucho más complicada. En el vídeo vemos que después del golpe ella desaparece entre el humo, como si solo hubiera sido un producto de su recuerdo. Te das cuenta de que no va a salir bien, y en el fondo ya lo sabías.
Esto tiene mucho que ver con lo que contábamos en Arquitectura del recuerdo: tras la ruptura has creado tu propio relato de la persona y de vuestra historia. Intentas rellenar la ausencia idealizando lo que echas de menos y transformando lo que no te gustaba. Te das cuenta, al sentir que se ha puesto todo del revés, de que no lo has superado. Sigues pensando en ella, verla te produce una revolución. Sin embargo, como decíamos en Geografía del afecto, ¿qué significa superar algo? Quizá el sentir cosas por esa persona cuando vuelves a verla es normal, quizá no sea malo sentirlas siempre, ni que los recuerdos estén incrustados en tu cuerpo y en los lugares que habitabais. No significa que no puedas seguir con tu vida, conocer a gente nueva, avanzar de manera sana y sosegada.
Este tercer capítulo narra el momento en que estás mal, tan mal que eres malo incluso contigo mismo y te haces daño (estoy por los suelos / soy un cabrón, conmigo el primero).
Tienes encuentros con personas, pero no sientes nada (no sé quién eres, quédate a dormir). Evitas los sentimientos, quizá para protegerte del dolor. Finges, claro, que no sientes nada. Lo que es obvio es que quieres sentir algo, pero como no puedes (o no te lo permites), tienes encuentros que no son de verdad: aunque mientas, aunque to sea falso.
Quizá, como contábamos en El mal sexo hoy, estás teniendo encuentros sexuales que en el fondo no deseas para cubrir carencias emocionales profundas. Has sufrido tanto a lo largo de la historia que te niegas a sentir cosas: te empeñas en no sentir nada, en tener relaciones ocasionales, en no involucrar sentimientos. No te cuidas y no lo has superado, aunque pretendas fingir que ya no sientes nada. No has colocado tu dolor y los recuerdos en un lugar sereno. Te punza porque te duele. Si en Todo me sabe a poco era él el que flotaba, ahora es ella:
Tú la miras flotar, pero no haces nada. ¿No haces nada porque no sientes nada de verdad o niegas que estás deseando tirarte a por ella?
Así describe Alizzz Ya no siento nada: «La huida es algo sobre lo que me gusta recrearme. Escapar significa no afrontar la realidad o dejarla en standby para más tarde. Todos sabemos que no es solución para nada, pero todos lo hacemos constantemente. Bloquear emociones y correr para delante. Hay algo de poesía en las burbujas o realidades alternativas que creamos, incluso en la hostia que nos espera cuando la ilusión se derrumba». El personaje vive drogado, dormido, huyendo: sentir algo se ha convertido en un ideal inalcanzable, no tiene permiso para ello.
En otra entrevista le preguntan a Alizzz si cree en el diálogo y en escuchar a otras personas. Él responde: «Se me da bien interpretar qué es lo que un artista me quiere decir. Muchas veces me transmiten sus sensaciones o ideas locas, difíciles de descifrar. La gracia está en bajar a tierra esas ideas más conceptuales e idas de la olla, a cosas que tengan sentido […] No soy un gran músico, ni un gran vocalista, lo más importante que yo tengo es la sensibilidad. […] La fragilidad, la sensibilidad, esas cosas son las que me tocan». Esta sensibilidad de la que habla nos parece fundamental, tanto en un artista que se dedica a la música como en las que nos dedicamos a escribir.
Es muy complicado a veces entender lo que estás sintiendo y más todavía atraparlo con palabras. Punzadas es un proyecto que quiere abordar lo complejo de manera sencilla. Aspiramos a problematizar algunas ideas que parecen inamovibles, a compartir con las lectoras lo que se nos pasa por la cabeza. Hemos descubierto mientras lo hacíamos que este proyecto tiene la capacidad de verbalizar lo complejo de manera accesible. Y esto no es ni mucho menos fácil. Como dice Barthes: «Cuanto más experimento la especificidad de mi deseo, menos puedo nombrarla; a la precisión del enfoque corresponde un temblor del nombre; la propiedad del deseo no puede producir sino una impropiedad del enunciado».
No queremos ni hemos querido nunca escribir tratados filosóficos, sino intentar atrapar de alguna forma esos sentimientos que escapan al lenguaje por su complejidad, profundidad y verdad. Queremos hacer un poco como las letras de Amaia, que la gente tacha de simplonas, pero que esconden sentimientos muy profundos. Te miro las fotos / pero no le doy al corazón puede sonarnos a primera vista a la clase de problemas que sufren las niñas de trece años, pero anda que no conocéis bien lo que un punzamiento amoroso provoca en el cuerpo, o lo que despedirse de un amigo puede hacer con nuestro estado mental. Miramos las fotos de seres queridos, transitamos por lugares que se han vuelto hostiles, nos esforzamos por no matar al listillo de turno en clase, intentamos estar a gusto en nuestro propio cuerpo. Es posible hacer todo esto de una forma honesta y sencilla, pero esto no quiere decir que sea simple, no trabajado o superficial. Quizá no hace falta que las letras de una canción estén basadas en un poema de Pablo Neruda para darles valor. Cuando Amaia dice quiero imprimir hasta lo imposible / porque yo quiero imprimirte a ti / y que estés aquí. Dice cosas, ¿no creéis?
Para pensar esto es interesante la reflexión que hace Alizzz a propósito de la calidad y la complejidad: «Entender que hay una relación lineal entre calidad y complejidad es sinónimo de tener un gusto bastante dudoso». ¿Cuándo consideramos que algo es complejo? ¿Cuál es el paradigma de la complejidad y la seriedad? Quizá no hace falta elaborar un pensamiento en forma de paper científico para que sea serio, ni trabajado, ni complejo. Hay muchas maneras de decir cosas, de producir conocimiento, de escribir. Nos chirría la idea difundida en la academia de que es necesario publicar en revistas para ser alguien. ¿Qué pasa cuando tu manera de pensar, de investigar y de escribir no encaja en esos parámetros? ¿Nada más tiene sentido?
Quizá todo converja en esa sensibilidad que Alizzz y Amaia poseen. Ser capaz de captar lo que sienten y piensan los demás y, además, ponerlo en palabras; analizar lo complejo, diseccionarlo para intentar comprenderlo. Quizá para todo esto no es importante la bibliografía que hayas leído sobre el tema o tus referentes teóricos, sino escuchar, empatizar, pensar. Incluso es posible que lo que alguien te cuenta te punce en tu propio cuerpo. Entender lo difícil y descifrarlo, todo ello parece tener que ver con la sensibilidad. A la pregunta «¿Qué sería para ti la calidad en una canción o pieza musical?», Alizzz responde: «Eso intangible que hace que una canción o cualquier expresión artística te emocione de alguna manera». Quizá se está refiriendo a lo que te punza.
La farsa colectiva de hoy, por tanto, es que la calidad y lo interesante son cosas muy concretas. Que todo lo que se sale de esos parámetros no es complejo, ni profundo, ni serio. Que la sencillez o accesibilidad en la escritura es sinónimo de falta de seriedad.
Nos despedimos con otra frase mágica de Didion para cerrar círculo: «Economía, claridad, sencillez. No hay nada más difícil que la aparente facilidad» y con nuestra ilustración preferida de Kelly Beeman (nuestro posado de fin de año particular):
Adelante,
Inés & Paula